
Trujillo, un hombre sanguinario, fue prohijado por la intervención militar norteamericana, que necesitaba a un hombre de sus condiciones para garantizar sus intereses. Pero también se dio una factura local.
Es el caso de Rafael L. Trujillo, quien gobernó con puño de hierro durante 31 años. El dictador no cayó de las nubes, ni salió de una nave espacial. Fue producto de las contradicciones locales, y el viraje por una política dictatorial de los Estados Unidos.
Pensando en el presente y el porvenir, hay que ir al pasado y analizar allí las causas sociales y las coyunturas que permitieron el surgimiento de gobiernos de fuerza.
La capacidad de lucha de todos los dominicanos siempre se enfrentó a los gobiernos de fuerza, que en ocasiones doblaron el pulso a la libertad, pero que al final pasaron a ser un simple recuerdo de la historia.
Vivir en democracia ha costado mucha sangre y sacrificios a los dominicanos. Un ejemplo es el siglo 20, donde poco más de 50 años estuvo bajo la bota de dictaduras o déspotas ilustrados.
Hoy, en tiempos de desinformación y populismos autoritarios, conviene no olvidar que las dictaduras no nacen de la nada, ni se imponen de golpe: se construyen con silencio, indiferencia y tolerancia al poder sin límites.
La libertad, que algunos dan por sentada, sigue siendo una conquista frágil. Defenderla requiere memoria, participación activa y compromiso con la democracia.

Que mirar atrás no sea para revivir el horror, sino para reafirmar por qué nunca más podemos permitirlo.